
Se está popularizando la iniciativa #nolesvotes, y me alegro. Todo esto ha surgido a raíz de la aprobación de la infame Ley Sinde, lo que ha llevado a algunos a preguntarse, ¿por qué dejar de votar a nadie por una ley relacionada con páginas web? ¿No hay temas importantes por los que mover el voto? En mi opinión, hay un océano de razones por las que no votarles, océano del que la Ley Sinde tan sólo representa una gota.
Pero es la que colma el vaso. Detallar dicho océano me obligaría a escribir una entrada interminable, por lo que basta comentar el panorama:
Un país debería estar gobernado por gestores y estadistas cualificados. Sin embargo, una de las terribles secuelas que el bipartidismo ha dejado en España, es que en lugar de eso ha medrado la figura del político profesional. Gente que desde la juventud no se ha dedicado más que a cultivar el arte de hablar sin decir nada para trepar y conseguir poder e influencias, que luego intentan retener cada cuatro años. Y si no lo consiguen no importa, serán la oposición hasta recuperar el poder. Gozan de medios de comunicación propios que eclipsan cualquier alternativa política, y se aseguran de que sólo tengamos en pantalla los intercambios dialécticos de los dos de siempre, ni qué decir de los debates electorales.
Esa es la ilusión de democracia en España.
Y lo peor es que muchos lo hemos creído. Hemos aceptado que la democracia y la política son así, que aún habiendo un montón de equipos nos tenemos que hacer del Madrid o del Barça y que incluso cuando lo han hecho de pena les debemos apoyar, no vaya a ganar el otro. Es más, perdonamos el negocio oscuro, que mantengan a jugadores que juegan sucio e incluso que se vendan a otros en un partido: es nuestro equipo. Es nuestro equipo. Ni nos importa que suene a estupidez sectaria. Es nuestro equipo. No nos representan, somos nosotros los que les representamos. Hay que dejarles bien.
Dicha anestesia colectiva nos impermeabiliza contra todo. Contra oposiciones silenciosas y gobiernos escandalosos. Contra el enaltecimiento de la corrupción, lo vacuo del debate, donde incluso las mentiras habituales se sustituyen por un gran vacío que sólo es recorrido por el cruce de gritos, insultos y los “pues tú más”.
La Ley Sinde es una razón tan buena como cualquier otra para no votarles. Orinar en la soberanía de tu propio país dejando que otro legisle sobre él y pisotear la separación de poderes para favorecer a una industria privada, es como mínimo para exigir que rueden las cabezas implicadas.
¿Que así y todo te parece estúpido pedir que no se vote a X partidos por una ley? Estupendo. Piensa en cualquier tema importante para ti y mira lo que han hecho esos partidos sobre ello en el pasado. Contempla con detalle qué han aportado en materia de educación, de empleo, de economía, de terrorismo, de política exterior, de ciencia, de lo que se te ocurra. Encuentra el tema que te importa, mira a tu alrededor y pregúntate si merecen que les sigas votando.
Cambiar es difícil, lo sé. La apática pero inexorable rueda de la política española es reticente al cambio, y los medios controlados por los partidos mayoritarios te pedirán de diferentes formas que vuelvas al redil. Que son un mal necesario, que son el voto útil. Que no hagas el panoli votando a algún partido pequeño y sin glamour si al final va a perder y a dejarte a ti en ridículo, o peor aún, absteniéndote con lo poco democrático que es eso –aunque en el fondo les beneficiarías-. Que lo lamentan si te han pegado, pero que te quieren y cambiarán. Que les des otra oportunidad. Que toda esta ciberpataleta es cosa de cuatro friquis de Internet, y si tiene más éxito, que tiene algún oscuro interés detrás, seguro, alguna movida antisistema o algún oscuro plan para desestabilizar el país. Que el cambio es incómodo y la incertidumbre te dará frío, que tan mal no nos ha ido repartiéndose el pastel estas últimas décadas. Que votes sobre seguro y dejes de pensar en política, que es cosa de ellos.
Y te tentarán, no te quepa duda. Si en algo son expertos es en acudir al mismo repertorio de mentiras amplificadas con sus potentes altavoces para conseguir o retener el poder cada legislatura.
Pero para esta situación no hay parches. No hay cambio posible si antes no paramos la rueda; es una cuestión de higiene, de limpiar esta pocilga. Por eso yo también te pido que, por favor, no les votes. Digo más, por favor, vota a otros. No demos esto por perdido.